sábado, 20 de noviembre de 2010

El hombre que eligió correr para dar un mensaje

Una noche mágica, mientras corría por el desierto de Omán, bajo una luna de queso, Sebastián Armenault decidió que su vida cambiaría para siempre. Recuerda perfectamente aquel clic vital, aquel salto en su conciencia. Fue a principios de noviembre de 2009, mientras corría una ultramaratón de 170 kilómetros en los Emiratos de Omán, en la que venía enfrentándose a gigantes de arena, con 50 grados de calor durante el día y noches bajo cero.

Hasta aquel momento crucial, Armenault había sido un tipo bastante afortunado. De clase media tirando a alta, una linda familia, divorciado, 42 años, dos hijas preadolescentes, deportista amateur, casa con jardín y pileta en la zona norte y un auto caro. Tenía un puesto codiciado, en el que, además, ganaba muy bien: era gerente comercial de una empresa de telecomunicaciones.

Y, sin embargo, ésa no era la vida que deseaba. Lo sabía en su corazón.

Quizá fue la crisis de los 40, esos giros que suelen dar vuelta las cosas de un modo definitivo, pero lo cierto es que aquella noche de revelaciones -quienes corren dicen que las carreras largas son como largas meditaciones- se prometió que dejaría aquella existencia segura, pero aburrida, para cumplir su sueño más verdadero: dedicarse, de lleno, al ultramaratonismo amateur; a nutrirse de aventuras, de experiencias. Conseguiría apoyo a pulmón y, luego, transmitiría aquel mensaje de coraje, paciencia, fuerza interior y confianza en la propia determinación. Es decir: lo que ya venía haciendo en su tiempo extra laboral lo haría, de aquí en adelante, a tiempo completo.

Pero ¿a quiénes transmitir esos valores generados por sus experiencias? A quienes necesitaran inspiración para cambiar o simplemente para vivir. A los chicos, por ejemplo, tan necesitados de ejemplos visibles de autosuperación. ¿Dejaría todo para transformarse en un entrenador de la autosuperación? ¿Se convertiría en una prueba testimonial de que en la vida no hace falta ser Ginóbili o Messi para triunfar? ¿Lograría demostrar, con su propio ejemplo, que nunca es tarde para concretar los sueños?

Saltar sin red
Algo semejante es lo que decidió hace más o menos un año sobre las arenas calientes de Omán. Lo cuenta así: "No me quiero quedar con las ganas de probar lo que deseo. Y cuando uno llega a un punto en el que sabe lo que quiere, recién entonces empieza todo".

-¿Y qué es todo?

-No soy un atleta extremo, sino un ultramaratonista amateur -explica Sebastián, apenas recibe a La Nacion en su nuevo hogar: un departamento modesto, de dos ambientes, que también incluye su nueva "oficina", es decir, una laptop donde escribe, en su blog, los relatos de sus odiseas ( http://sebastianarmenault.blog.arnet.com.ar/ ), en la que planifica charlas inspiradoras que se nutren de sus aventuras en oasis, montañas y desiertos, y busca apoyos capaces de garantizarle una infraestructura mínima para desarrollar su deporte amateur.

"Amateur" parece ser aquí la palabra clave para definir su nuevo esquema vital.

-Empecé a jugar al rugby a los 7 años y jugué durante 22. Pero nunca llegué a primera, ni estuve en los Pumas: es más, ni siquiera llegué a intermedia, porque nunca fui lo suficientemente bueno. En cambio, lo pasé bárbaro. Y todos esos años me dejaron valores que hoy puedo reproducir. Uno de ellos es la pasión de correr simplemente porque me gusta. Y porque es un desafío. Por eso hoy quiero seguir eligiendo el amateurismo para contar mi historia desde ese lugar. Ese es mi mensaje. Porque cuando vos jugás en el nivel de un Tiger Woods, la pasión, eso que marca la diferencia, se va perdiendo. En cambio, cuando todo depende de vos, la prueba es muy distinta.

En su departamentito de Olivos colgó un póster de aquella famosa maratón en Omán, que tuvo su propia adversidad extra: en una conexión del viaje económico que había conseguido le perdieron el bolso con todo lo necesario para afrontar los 170 km en el desierto; objetos que había tardado un año en reunir: la ropa, los implementos, los suplementos alimentarios, las sales y minerales para exigencias extremas. "Fue un golpe anímico tremendo", recuerda.

Tanto, que los profesionales que corrían la ultramaratón le aconsejaban que no corriera. El se lanzó igual. Y no sólo eso, sino que llegó a destino, en medio de un contingente de 39 maratonistas, de los cuales 35 eran profesionales. De ese total, sólo resistieron 22. Armenault incluido, a pesar de que su mochila pesaba cinco kilos y la del resto, uno y medio. O de que los profesionales usaban un par de zapatillas diferente cada día, mientras que él debió arreglárselas con uno solo y nuevo, que además ni había podido amoldar antes de tamaña exigencia.

-Así que si siempre tengo miedo la noche anterior a la carrera, esta vez tenía el doble. Y todo eso forma parte de la filosofía de la autosuperación, y del mensaje que quiero transmitir -relata-. Imaginate que yo compito con deportistas que viven de esto, como Maradona; que están esponsoreados muy fuertemente, y que si llegan a perder el bolso, como me pasó a mí, de inmediato les resuelven el problema. Es como ir a competir en Fórmula 1 con un Fitito.

-¿Y qué marca la diferencia?

-La pasión, esa fuerza interna que no se puede comprar. Fijate que yo no tengo un cuerpo para correr; soy un tipo pesado. Quienes corren profesionalmente pesan 54 kilos; yo peso 84. Por eso cuando llego a participar en una ultramaratón me miran como diciendo: "Pobre tipo, éste no dura ni quince minutos".

Podríamos decir que su misión de hoy es la de transmitir resiliencia, adquirida en propias vivencias. La resiliencia es un término relativamente nuevo, importado de la física. Alude a la capacidad de los seres humanos de salir fortalecidos de la adversidad, en lugar de rendirse o abandonar la lucha.

-Cuando hablo ante los chicos del colegio, les digo: "Lo que a mí me pasó en Omán no tiene ninguna diferencia con ir a rendir un examen y perder los apuntes". En medio del desierto, tu bolso no es tu bolso, sino tus sueños, tu casa, tu familia, tus amigos. Abrirlo y encontrar la remera que te gusta no tiene que ver con el abrigo. Es esa remera, que te la ponés y te abraza. ¿Y si perdemos todo eso? Bueno, hay que encontrar el modo de seguir adelante igual.

-Pero, a veces, ¿no es realmente tarde para concretar el sueño de los 20?

-A mí me había quedado en el tintero hacer una gira deportiva. Yo nunca había podido hacerla por no haber sido lo suficientemente bueno. Y cuando empecé con las carreras amateur, golpeando puertas, me armé mi propia gira. Un día fui a una empresa para que me apoyara con ropa, y me dieron un bolso que tenían tirado por ahí. Yo le puse: Sahara 2008. No sabés qué emoción. Y en el Himalaya me di el gustazo de llevar los colores de la celeste y blanca a un país tan lejano como la India.

Mientras trabajaba en cargos gerenciales, se "enganchó" en un grupo de running , inspirado en valores de vida sana y filosofía de equipo. Así fue como primero cruzó los Andes, en 2007, y un año más tarde se largó en la ultramaratón de 120 kilómetros del Sahara. Aquel mismo año vinieron los 105 km de El Nihuil, en Mendoza. En 2009, Omán. Y en 2010, su desafío más reciente, los 190 kilómetros del Himalaya, de donde acaba de regresar.

En la India corrió en altura. Partiendo desde los 2000 metros, llegó hasta los 3900. Y en abril del año que viene irá por más: le aprobaron la participación en la carrera estrella de esta disciplina: los 250 km del Desierto de Sables, entre el Sahara y Marruecos.

La ultramaratón de la vida
Dicen que las personas parecidas se atraen y que, de algún misterioso modo, finalmente se encuentran. Ese parece ser el caso de Armenault, a quien, sobre todo durante este último año, se le acercaron, a través del blog y de las charlas, personas tan atípicas como él. De algún extraño modo sus vidas se cruzan, y Sebastián termina escribiendo esas historias resilientes en su propio blog, como si fuera un gran diario colectivo de autosuperación.

Como la de aquella mujer que tuvo cáncer de mama, y transcendió la enfermedad, ayudada por la experiencia del running . O la de aquel chico diabético, del Northlands, que se sentía marginado por su enfermedad y sólo pudo destrabarse escuchando los relatos de Armenault. O la de un papá de Mar del Plata, Pepe Sánchez, que quiso celebrar la recuperación de su hijo, enfermo de leucemia, con una ultramaratón por la vida, en la que lo acompañó Sebastián.

-Para mí fue un orgullo. Me llamó sin conocerme para compartir algo tan íntimo. Y después sucedió que, leyendo el caso de Pepe, se contactó otro papá de Perú, con el mismo problema y desafío. También quiere hacer conmigo una carrera por la enfermedad de su nene. Además, lo puse en contacto con Pepe. Bueno, todo eso forma parte de mi proyecto.

-Y cuando alguien te pregunta a qué te dedicás ahora, ¿qué le decís?

-No sé, no encontré todavía una definición. Antes extendía una tarjeta y ya no había nada más que hablar. Hay clic s en la vida que son fortísimos. A veces, tengo días de euforia. Otros, no sé dónde voy a terminar.

-¿Y si terminás como Nalbandian? Digo, si una empresa te ofreciera 20.000 dólares por mes para correr, ¿qué dirías?

-Que no. Porque se me cae el proyecto que quiero armar.

-¿Estás muy seguro de que responderías que no?

-Sí, porque ya no lo haría por pasión, sino por dinero. En cuanto acepto, me transformo en lo mismo que un Ginóbili, un Messi o un Maradona, y mi mensaje se muere. Además, cuando vemos a todos estos personajes sólo observamos la parte linda, pero no la vida que dan a cambio. En la parte oscura está la presión extrema por ganar a cualquier precio, las reuniones, las peleas, los intereses, los viajes constantes. A ver: mis dos hijas están conmigo cuatro días a la semana, y yo eso no me lo pierdo ni por todo el oro del mundo.

No son pocos los que le preguntan si se volvió loco. El, en cambio, cree que está vivo.

escrito por: Laura Di Marco